domingo, 18 de diciembre de 2011

TU PETICIÓN HA SIDO ESCUCHADA


19 DE DICIEMBRE





     El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto».

     Zacarías dijo al ángel: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad». El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo».

     Propósito del día: confiar en que todas nuestras oraciones son escuchadas y atendidas y dan el fruto que el Señor, en su infinita sabiduría,  considera mejor para nosotros. 






        
     A lo largo de los evangelios, Jesús nos enseña a tener una audacia filial: “Cuando pidais algo en la oración, creed que ya lo tienen y lo conseguirán” (Mc. 11, 24), “Todo es posible para el que cree” (Mc. 9, 23), “Todo lo que pidais en la oración con fe, lo alcanzareis” (Mt. 21, 22). La oración de fe no consiste en decir “Señor, Señor”, sino en disponer el corazón para hacer la voluntad del Padre (Mt. 7, 21

     Jesús ora, nos enseña a orar, y además escucha nuestras oraciones. Así ya lo había hecho durante su vida pública, cuando escuchas las palabras del Leproso (Mc. 1, 40-41), las de Jairo (Mc. 5, 36), de la Cananea (Mc. 7, 29), o del Buen Ladrón (Lc. 23, 39-43) o el silencio de los portadores del paralítico (Mc. 2, 5), de la hemorroisa que toca su vestido (Mc. 5, 28), las lagrimas y el perfume de la pecadora (Lc. 7, 37-38).

     Mediante la oración de petición expresamos la conciencia de nuestra relación con Dios. La petición ya es un retorno hacia Él. (Rm. 8, 23-24)

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