sábado, 21 de enero de 2012

SEÑOR, NO ME QUITES LA ALEGRÍA





     "Estad siempre alegres en el Señor, os lo vuelvo a decir, alegraos"


    Llevo días dándole vueltas al mismo tema. Tengo  un familiar ya mayor, de esos que son "católicos de toda la vida":  Misa dominical,  confesión frecuente, moral intachable, buena posición económica, buena salud,  muy bien atendido en la tercera edad por sus propios hijos y TRISTE, muy triste, una de las personas más tristes que he conocido en la vida. Todo le disgusta: si se habla, si se calla, si se asiente, si se disiente, si se come o si se ayuna. Ninguna buena noticia le provoca - como al común de los mortales - alegría, antes bien, siempre tiene una mala palabra para estropear el entusiasmo de los demás. Siempre ha sido esa su actitud, no puede achacársele a los muchos años que tiene ahora. Así lo conocí toda mi vida, cuando todavía él era joven. 
     Hasta hace poco me producía rechazo y malestar su talante; ahora,  me produce pena. Cuando observo su mal carácter, su antipatía, no puedo más que pensar que está entristeciendo al Espíritu Santo aunque sea un "católico de pro".. Todos tenemos problemas en nuestras vidas, algunos muy graves y otros menos, pero si somos verdaderamente conscientes de que a nuestro lado se encuentra siempre el Señor  y que de Él no puede venirnos nada malo, pese a la desazón que pueda provocarnos determinadas circunstancias,  la confianza en un Dios bueno y providente debe prevalecer sobre la desesperanza y la tristeza. No quiero juzgar a mi pobre mal encarado  familiar,  pero como decía Santa Teresa de Jesús: Un santo triste es un triste santo.
     Por eso, he decidido incluir entre mis plegarias diarias la que encabeza este post ¡ Señor, no me quites la alegría!. Que cuando me levante,  pueda decir como el salmo: ¡Qué magníficas son tus obras, Señor, que profundos tus designios! El ignorante no los entiende ni el necio se da cuenta.


    Copio  por último  lo que escribió  la Beata Teresa de Calcuta ( Teresa es nombre de santa, las estadísticas lo demuestran):







Una sonrisa en los labios alegra nuestro corazón,

conserva nuestro buen humor,
guarda nuestra alma en paz,
vigoriza la salud,
embellece nuestro rostro
e inspira buenas obras.

Sonriamos a los rostros tristes,
tímidos, enfermos, conocidos,
familiares y amigos.

Sonriámosle a Dios con la aceptación
de todo lo que El nos envié y
tendremos el merito de poseer
la mirada radiante de su rostro
con su amor por toda la eternidad.



           A partir de ahora, cada vez que vea a mi mustio  familiar le dedicaré la mejor de mis sonrisas.







     

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