domingo, 29 de abril de 2012

EL BUEN PASTOR Y LAS OVEJAS NEGRAS





    " En aquel tiempo, dijo Jesús: «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. "

     Siempre que he oído o leído sobre este evangelio,  los comentarios se centran en la figura de Jesús, como el buen pastor. Sin embargo, las ovejas han quedado relegadas a un segundo plano. Dice Jesús: las mías me conocen. Pero  ¿ hasta qué punto es podemos decir que lo conocemos?   ¿ Cuántos de nosotros conocemos verdaderamente al Buen Pastor y lo seguimos porque sabemos que Él es el único que nos conducirá a las aguas tranquilas y nos hará reposar en verdes praderas? O más bien ¿ cuántos lo hacemos porque sólo somos eso, ovejas que se dejan llevar por el rebaño - no por el pastor- sin llegar a reconocer a  Aquél que nos guía, sin interesarnos en conocer el Don de Dios.



     ¿Somos realmente buenas ovejas de su rebaño? ¿ Escuchamos su voz  que nos habla en la Escritura? ¿ Dejamos que nos cure de nuestras heridas, a través del sacramento de la penitencia? ¿ Nos dejamos alimentar por  Él en la Eucaristía? ¿ Somos ovejas negras de su rebaño? Recordemos los versos de San Juan de la Cruz y no dejemos solo al Pastorcico:
     
      

Un Pastorcico solo está penado

ajeno de placer y de contento

y en su pastora ha puesto el pensamiento,

el pecho, del amor, muy lastimado.

No llora por haberle amor llagado,

que no le pena verse así afligido

-aunque en el corazón está herido-

más llora por pensar que está olvidado.

Que sólo de pensar que está olvidado

de su bella pastora, con gran pena,

se deja maltratar en tierra ajena,

el pecho del amor muy lastimado.

Y dice el Pastorcico: ¡Ay, desdichado

de aquél que de mi amor ha hecho ausencia

y no quiere gozar la mi presencia!

Y el pecho, del amor muy lastimado.

Y a cabo de un gran rato se ha encumbrado

sobre un árbol do abrió sus brazos bellos

y muerto se ha quedado, asido dellos,

el pecho, del amor, muy lastimado.





sábado, 28 de abril de 2012

EL COLMO DE LA ESTULTICIA









     Leo en la prensa las palabras de un tal Sergio Gutiérrez  (ése de la foto que parece un seminarista arrepentido) ,  que se resumen en lo siguiente: 


"El secretario saliente de Juventudes Socialistas de España (JSE), Sergio Gutiérrez, propuso ayer quitar un millón de euros a la Iglesia «por cada gilipollez que diga», una iniciativa que se suma a la ya anunciada de suprimir la casilla a esta confesión religiosa en la declaración de la renta. Durante la presentación del informe de gestión de la Ejecutiva que ha dirigido durante algo más de cuatro años y medio, en el marco del 24 congreso de la organización juvenil del PSOE, ha dicho textualmente: «Cada vez que digan una gilipollez, un millón menos de euros, y así se reducirá el déficit del Estado y se darán pasos hacia una iglesia más social»."

     Puede que el chaval, en su calidad de secretario saliente , una vez perdido el puesto - ignoro por qué razones  pero las intuyo - no haya querido desperdiciar su minuto de gloria y quiera perpetuarse con una de las mayores estulticias que he oído en los últimos tiempos y eso que se han dicho muchas y  muy variadas. 
    Y mirad por donde:  la medida no me parecería del todo desatinada si se trasladase a la clase política y dentro de ella, a la clase política que percibe su sueldo de los ciudadanos. Sería una buena medida de ahorro que por cada gilipollez que dijese una de esas lumbreras que alumbran nuestro panorama político y social, se  le descontara al que la profiere una buena parte de su pingüe salario. Yo empezaría por éste que da  pie al artículo, si es que ahora ocupa algún puesto remunerado. Con ello, estoy segura de que en muy poco tiempo  la economía del país se sanearía de manera ostensible y no se harían necesarios los recortes en materias tan delicadas como la sanidad o la educación. Más aun: la cultura española saldría ganando. 
     Propongo pues que la genial idea del muchacho Gutiérrez  -  que  si es que ha estudiado debió hacerlo  en la misma universidad de   la eminente Aído - sea formalmente tenida en cuenta por nuestros dirigentes a los fines que expongo en el post. Realmente, creo que la misma sería de todo punto eficaz. Propongo también que se presente su candidatura  al próximo Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel. Apunta maneras.
    



    

jueves, 19 de abril de 2012

BENEDICTO XVI, FOTOS DE UNA VIDA


BENEDICTO XVI, FOTOS DE UNA VIDA



    En este enlace, obtenido de religiondigital, se recogen las fotos de los momentos más importantes en la vida de Bendicto XVI.

  Desde estas líneas y en el aniversario de elección al  pontificado quiero agradecer a Dios el que haya regalado a la Iglesia a SS. Benedicto XVI y animo a los que las lean a que lo tengan presente en sus oraciones.



domingo, 15 de abril de 2012

ACTO DE OFRENDA AL AMOR MISERICORDIOSO





Ofrenda de mí misma, como víctima de holocausto, al amor misericordioso de Dios. 
¡Oh, Dios mío, Trinidad Bienaventurada!, deseo amaros y haceros amar, trabajar por la glorificación de la Santa Iglesia, salvando las almas que están en la tierra y librar a las que sufren en el purgatorio. Deseo cumplir perfectamente vuestra voluntad y alcanzar el puesto de gloria que me habéis preparado en vuestro reino. En una palabra, deseo ser santa, pero comprendo mi impotencia y os pido, ¡oh, Dios mío!, que seáis vos mismo mi santidad.

Puesto que me habéis amado, hasta darme a vuestro único Hijo como Salvador y como Esposo, los tesoros infinitos de sus méritos son míos; os los ofrezco con alegría, suplicándoos que no me miréis sino a través de la Faz de Jesús y en su Corazón ardiendo de Amor.
Os ofrezco también todos los méritos de los santos (los que están en el cielo y en la tierra), sus actos de amor y los de los Santos Ángeles; en fin, os ofrezco, ¡oh Trinidad Bienaventurada!, el amor y los méritos de la Santísima Virgen, mi Madre querida; en sus manos pongo mi ofrenda, rogándola que os la presente. Su divino hijo, mi Amado esposo, en los días de su vida mortal, nos dijo: «Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os será concedido». Estoy, pues, segura que escucharéis mis deseos; lo sé, ¡oh, Dios mío!, cuanto más queréis dar, más hacéis desear. Siento en mi corazón deseos inmensos y os pido con confianza que vengáis a tomar posesión de mi alma. ¡Ah!, puedo recibir la sagrada comunión con tanta frecuencia como lo desee; pero, Señor, ¿no sois vos Todopoderoso?... Permaneced en mí, como en el sagrario, no os apartéis jamás de vuestra pequeña hostia...

Quisiera consolaros de la ingratitud de los malos y os suplico que me quitéis la libertad de ofenderos; si por debilidad, caigo alguna vez, que inmediatamente vuestra divina mirada purifique mi alma, consumiendo todas mis imperfecciones, como el fuego, que transforma todas las cosas en si mismo...
Os doy gracias, ¡Dios mío!, por todos los favores que me habéis concedido, en particular por haberme hecho pasar por el crisol del sufrimiento. Os contemplaré con gozo el último día, cuando llevéis el cetro de la cruz. Y ya que os habéis dignado hacerme participar de esta preciosa cruz, espero parecerme a vos en el cielo y ver brillar sobre mi cuerpo glorificado las sagradas llagas de vuestra Pasión...

Después del exilio de la tierra, espero ir a gozar de vos en la Patria, pero no quiero amontonar méritos para el cielo, sólo quiero trabajar por vuestro amor, con el único fin de agradaros, de consolar vuestro Sagrado Corazón y salvar almas que os amen eternamente.
A la tarde de esta vida, me presentaré delante de vos con las manos vacías, pues no os pido, Señor, que tengáis en cuenta mis obras. Todas nuestras justicias tienen manchas ante vuestros ojos. Quiero, por tanto, revestirme de vuestra propia Justicia, y recibir de vuestro amor la posesión eterna de vos mismo. No quiero otro trono y otra corona que a Vos, ¡oh Amado mío!

A vuestros ojos el tiempo no es nada, un solo día es como mil años; vos podéis, pues, prepararme en un instante, para presentarme ante vos...
Para vivir en un acto de perfecto amor, ME OFREZCO COMO VÍCTIMA DE HOLOCAUSTO A VUESTRO AMOR MISERICORDIOSO, suplicándoos que me consumáis sin cesar, dejando desbordar, en mi alma, las olas de ternura infinita que tenéis encerradas en vos y que, de ese modo, me convierta en mártir de vuestro amor, ¡oh, Dios mío!
Que este martirio, después de prepararme para presentarme ante vos, me haga finalmente morir y que mi alma se lance sin tardanza en el abrazo eterno de vuestro amor misericordioso...
Quiero, ¡oh, Amado mío!, a cada latido de mi corazón, renovar esta ofrenda un número infinito de veces, hasta que las sombras se hayan desvanecido y pueda repetiros mi amor en un cara a cara eterno...

MARÍA, FRANCISCA, TERESA DEL NIÑO JESÚS Y DE LA SANTA FAZ, reí. carm. md.
Fiesta de la Santísima Trinidad, 9 de junio del año de gracia de 1895

viernes, 13 de abril de 2012

LA BALADA DEL NARAYAMA: EL FMI CREE QUE ES UN RIESGO PARA LA ECONOMÍA LA LONGEVIDAD







El FMI cree que es un riesgo para la economía que la gente viva más de lo esperado


«Vivir hoy más años es un hecho muy positivo que ha mejorado el bienestar individual. Pero la prolongación de la esperanza de vida acarrea costos financieros, para los Gobiernos a través de los planes de jubilación del personal y los sistemas de Seguridad Social, para las empresas con planes de prestaciones de jubilación definidas, para las compañías de seguros que venden rentas vitalicias y para los particulares que carecen de prestaciones garantizadas». Con estas palabras, comienza el FMI el resumen sobre su informe `El impacto financiero del riesgo de longevidad´.

Hasta el momento, las soluciones que ha dado el todopoderoso FMI  son lo aumentos en la edad de jubilación y de las contribuciones a los planes de jubilación, con recortes de las prestaciones futuras. Mientras todo quede ahí,  bien estaremos. Pero tal y como avanza ( es un decir)  la sociedad y  con las facilidades que en determinados países se viene dando a la mal llamada muerte digna,  nada me extrañaría que llegado el momento se propusiera formal y legalmente    que  a los ciudadanos improductivos  se les aplicasen los beneficios de una acelerada defunción: por el bien de su propia dignidad y por la contribución a la mejora de la economía, de la que no podrán disfrutar pese a haber invertido la mayor parte de su vida en su crecimiento. Cierto que ésto no es más que una hipótesis, pero sola declaración del FMI me pone los pelos de punta. Al fin y al cabo, el bienestar económico  quedará reducido al grupo de los elegidos que no sobrepasen una terminada edad. El resto, estorba.

Ya en el Japón feudal del siglo XIX, cuando tenia lugar una hambruna las familias mas pobres se acercaban al bosque para abandonar y dejar morir a los niños y personas mayores que no podían alimentar. En el siglo pasado, el fallecido escritor Seich Matsumoto publicó una novela, posteriormente llevada a la televisión, titulada Kuroi Jukai (El negro mar de arboles), en la que uno de los personajes se adentraba en Aokigahara para morir.


Bosque de Aokigahara


Más recientemente, un libro de Tsurumi Wataru titulado Kanzen Jisatsu Manyuaru (El Completo Manual del Suicidio, 1993), que ha vendido  millones de ejemplares en aquel país, lo recomendó como el lugar perfecto para quitarse la vida. En el año 2004, el director Takimoto Tomoyuki rodó la película Ki no Umi, en la que contaba la historia de cuatro personas que decidían suicidarse en este bosque.

Hace años, pude ver la Balada del Nayarama, donde Orín, la abuela y más anciana de la casa del árbol, es decir, de la casa de la familia que lidera Tatsue (primogénito de ella), va a cumplir los setenta y está en perfecto estado. Pero para despejar camino, pues se trata de una sociedad donde sobrevive por subsistencia muy apurada, y ayudar de algún modo a su familia decide ir arrancándose ella misma los dientes; ya que según la creencia, los viejos que ya no tienen dientes han de ser dejados en la cima del monte Narayama, pues así lo desea el Dios de la montaña. A Tatsue no le queda otra que, al final, trasladar a su madre al monte, donde esta perecerá. La película me dejó mal sabor de boca, igual que me lo ha dejado la declaración del FMI.

Quiera Dios iluminar   al FMI y a los eminentes próceres que nos gobiernan y les aclare  que la economía está hecha para las personas y no las personas para la economía. Que ésta tiene su razón de ser en el bienestar de la  humanidad: joven, vieja , guapa o fea ; que el mundo es de todos y para todos, sin acepción de razas, credos, edades..... y todos tenemos derecho a disfrutar de lo que nos ofrece o en otro caso,  de lo que nos priva.

Por cierto,  la foto de la señora entrada en años que aparece abajo corresponde a la directora actual del FMI; es evidente que no está en la flor de la edad. Lo mismo debería en ir pensando en arrancarse uno a uno los dientes y  ascender al monte que le pille  más cercano para no poner en riesgo la economía.

 Christine Lagarde
                                          


lunes, 9 de abril de 2012

DI PAPÁ ¿DÓNDE ESTÁ EL BUEN DIOS?

     




     Acabo de enterarme de que hoy ha muerto José Guardiola. La noticia me trae recuerdos muy lejanos de mi infancia, de mi madre tarareando sus canciones  por los pasillos de casa. Precisamente , una de sus preferidas era  la conocida  "Di papá" cantada a dúo con su hija Rosa Mary. En la memoria, conservo mejor la voz de mi madre que la del artista fallecido. Vaya por ambos el vídeo que os dejo:




viernes, 6 de abril de 2012

HABÍA TAMBIÉN ALGUNAS MUJERES


P. Raniero Cantalamessa
2007-04-06- Predicación de Viernes Santo en la Basílica de San Pedro



«Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena» (Jn 19, 25). Por una vez, pongamos aparte a María, su Madre. Su presencia en el Calvario no requiere de explicaciones. Era «su madre» y esto lo dice todo; las madres no abandonan a un hijo, aunque esté condenado a muerte. ¿Pero por qué estaban allí las otras mujeres? ¿Quiénes y cuántas eran? 

Los evangelios refieren el nombre de algunas de ellas: María de Magdala, María -la madre de Santiago el menor y de Joset-, Salomé -madre de los hijos de Zebedeo-, una cierta Juana y una tal Susana (Lc 8, 3). Llegadas con Jesús de Galilea, estas mujeres le habían seguido, llorando, en el camino al Calvario (Lc 23, 27-28), ahora en el Gólgota observaban «de lejos» (o sea, desde la distancia mínima que se les permitía) y en poco tiempo le acompañan, con tristeza, al sepulcro con José de Arimatea (Lc 23, 55). 

Este hecho está demasiado comprobado y es demasiado extraordinario como para pasar por encima de él apresuradamente. Las llamamos, con una cierta condescendencia masculina, «las piadosas mujeres», pero son mucho más que «piadosas mujeres», ¡son igualmente «Madres Coraje!» Desafiaron el peligro que existía en mostrarse tan abiertamente a favor de un condenado a muerte. Jesús había dicho: «¡Dichoso aquél que no halle escándalo en mí!» (Lc 7, 23). Estas mujeres son las únicas que no se escandalizaron de Él. 

Se discute vivamente desde hace algún tiempo quién fue quien quiso la muerte de Jesús: los jefes judíos o Pilato, o los unos y el otro. Una cosa es cierta en cualquier caso: fueron los hombres, no las mujeres. Ninguna mujer está involucrada, tampoco indirectamente, en su condena. Hasta la única mujer pagana que se menciona en los relatos, la esposa de Pilato, se disoció de su condena (Mt 27, 19). Es cierto que Jesús murió también por los pecados de las mujeres, pero históricamente sólo ellas pueden decir: «¡Somos inocentes de la sangre de éste!» (Mt 27, 24). 

Éste es uno de los signos más ciertos de la honestidad y de la fidelidad histórica de los evangelios: el papel mezquino que hacen en ellos los autores y los inspiradores de los evangelios y el maravilloso papel que muestran de las mujeres. ¿Quién habría permitido que se conservara, con memoria imperecedera, la ignominiosa historia del propio miedo, huída, negación, agravada además por la comparación con la conducta tan distinta de algunas pobres mujeres; quién, repito, lo habría permitido, si no hubiera estado obligado por la fidelidad a una historia que ya se mostraba como infinitamente mayor que la propia miseria? 

Siempre ha surgido la cuestión de cómo es que las «piadosas mujeres» son las primeras en ver al Resucitado y a ellas se les dé la misión de anunciarlo a los apóstoles. Éste era el modo más seguro de hacer la resurrección poco creíble. El testimonio de una mujer no tenía peso alguno. Tal vez por este motivo ninguna mujer aparece en el largo elenco de quienes han visto al Resucitado, según el relato de Pablo (1 Co 15, 5-8). Los propios apóstoles, respecto a las primeras, tomaron las palabras de las mujeres como «un desatino» completamente femenino y no las creyeron (Lc 24, 11). 

Los autores antiguos creyeron conocer la respuesta a este interrogante. Las mujeres, dice en un himno Romano el Melode, son las primeras en ver al Resucitado porque una mujer, Eva, ¡fue la primera en pecar! . Pero la respuesta auténtica es otra: las mujeres fueron las primeras en verle resucitado porque habían sido las últimas en abandonarle muerto e incluso después de la muerte acudían a llevar aromas a su sepulcro (Mc 16,1). 

Debemos preguntarnos por el motivo de este hecho: ¿por qué las mujeres resistieron al escándalo de la cruz? ¿Por qué se le quedaron cerca cuando todo parecía acabado e incluso sus discípulos más íntimos le habían abandonado y estaban organizando el regreso a casa? 

La respuesta la dio anticipadamente Jesús, cuando contestando a Simón, dijo acerca de la pecadora que le había lavado y besado los pies: «¡Ha amado mucho!» (Lc 7, 47). Las mujeres habían seguido a Jesús por Él mismo, por gratitud del bien de Él recibido, no por la esperanza de hacer carrera después. A ellas no se les habían prometido «doce tronos», ni ellas habían pedido sentarse a su derecha y a su izquierda en su reino. Le seguían, está escrito, «para servirle» (Lc 8, 3; Mt 27, 55); eran las únicas, después de María, su Madre, en haber asimilado el espíritu del Evangelio. Habían seguido las razones del corazón y éstas no les habían engañado. 

En sí, su presencia junto al Crucificado y el Resucitado contiene una enseñanza vital para nosotros hoy. Nuestra civilización, dominada por la técnica, tiene necesidad de un corazón para que el hombre pueda sobrevivir en ella, sin deshumanizarse del todo. Debemos dar más espacio a las «razones del corazón» si queremos evitar que la humanidad vuelva a caer en una era glacial. 

En esto, a diferencia de muchos otros campos, la técnica es de bien poca ayuda. Se trabaja desde hace tiempo en un tipo de ordenador que «piensa» y muchos están convencidos de que se logrará. Pero nadie hasta ahora ha proyectado la posibilidad de un ordenador que «ame», que se conmueva, que salga al encuentro del hombre en el plano afectivo, facilitándole amar, como le facilita calcular las distancias entre las estrellas, el movimiento de los átomos y memorizar datos... 

A la potenciación de la inteligencia y de las posibilidades cognoscitivas del hombre no le sigue con el mismo ritmo, lamentablemente, la potenciación de su capacidad de amor. Esta última, más bien, parece que no cuenta nada, aunque sabemos muy bien que la felicidad o la infelicidad en la tierra no dependen tanto de conocer o no conocer, sino de amar o no amar, de ser amado o no ser amado. No es difícil entender por qué estamos tan ansiosos de incrementar nuestros conocimientos y tan poco de aumentar nuestra capacidad de amar: el conocimiento se traduce automáticamente en poder, el amor en servicio. 

Una de las idolatrías modernas es la del «IQ», el «coeficiente intelectual». Existen varios métodos para medirlo. ¿Pero quién se preocupa de tener en cuenta también el «coeficientes del corazón»? Sin embargo sólo el amor redime y salva, mientras que la ciencia y la sed de conocimiento, solas, pueden llevar a la condenación. Es la conclusión del Fausto de Goethe y es también el grito que lanza el cineasta que hace clavar simbólicamente al suelo los preciosos volúmenes de una biblioteca y hace exclamar al protagonista que «todos los libros del mundo no valen lo que una caricia»]. Antes que ellos, San Pablo había escrito: «La ciencia hincha, el amor en cambio edifica» (1 Co 8,1). 

Después de tantas eras que han tomado nombre del hombre - homo erectus, homo faber, hasta el homo sapiens-sapiens , o sea, el sapientísimo de hoy-, es deseable que se abra por fin, para la humanidad, una era de la mujer: una era del corazón, de la compasión, y que esta tierra deje ya de ser «la pequeña tierra que nos hace tan feroces» . 

De todo lugar brota la exigencia de dar más espacio a la mujer. Nosotros no creemos que «el eterno femenino nos salvará». La experiencia diaria demuestra que la mujer puede «elevarnos», pero que también puede hacernos caer. También ella tiene necesidad de ser salvada por Cristo. Pero es cierto que, una vez redimida por Él y «liberada», en el plano humano, de antiguas discriminaciones, ella puede contribuir a salvar nuestra sociedad de algunos males arraigados que se ciernen amenazantes: violencia, voluntad de poder, aridez espiritual, desprecio de la vida... 

Sólo hay que evitar repetir el antiguo error gnóstico según el cual la mujer, para salvarse, debe dejar de ser mujer y transformarse en hombre. El prejuicio está tan enraizado en la cultura que las propias mujeres han acabado, a veces, por sucumbir a él. Para afirmar su dignidad, han creído necesario asumir actitudes masculinas, o bien minimizar la diferencia de sexos, reduciéndola a un producto de la cultura. «Mujer no se nace, sino que se hace», dijo una de sus ilustres representantes . 

¡Qué agradecidos tenemos que estar a las «piadosas mujeres»! A lo largo del camino al Calvario, sus sollozos fueron el único sonido amigo que llegó a oídos del Salvador; sobre la cruz, sus «miradas» fueron las únicas que se posaron con amor y compasión en Él. 

La liturgia bizantina ha honrado a las piadosas mujeres dedicándoles un domingo del año litúrgico, el segundo después de Pascua, que toma el nombre de «domingo de las Miróforas», esto es, de las portadoras de aromas. Jesús está contento de que se honren en la Iglesia a las mujeres que le amaron y creyeron en Él en vida. Sobre una de ellas –la mujer que vertió en su cabeza un frasco de ungüento perfumado- hizo esta extraordinaria profecía, puntualmente cumplida en los siglos: «Dondequiera que se proclame este Evangelio, en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho para memoria suya» (Mt 26,13). 

Las piadosas mujeres, no están sólo, en cambio, para admirar y honrar, sino también para imitar. San León Magno dice que «la pasión de Cristo se prolonga hasta el final de los siglos»  y Pascal ha escrito que «Cristo estará en agonía hasta el fin del mundo». La Pasión se prolonga en los miembros del cuerpo de Cristo. Son herederas de las «piadosas mujeres» las muchas mujeres, religiosas y laicas, que permanecen hoy al lado de los pobres, de los enfermos de Sida, de los encarcelados, de los rechazados de cualquier tipo por parte de la sociedad. A ellas –creyentes o no creyentes- Cristo repite: «A mí me lo hicisteis» (Mt 25, 40). 

No sólo por el papel desempeñado en la pasión, sino también por el de la resurrección, las piadosas mujeres son ejemplo para las mujeres cristianas de hoy. En la Biblia se encuentran, de un extremo a otro, los «¡ve!» o los «¡id!», esto es, los envíos por parte de Dios. Es la palabra dirigida a Abrahán, a Moisés («Ve, Moisés, a la tierra de Egipto»), a los profetas, a los apóstoles: «Id por todo el mundo, predicad el Evangelio a toda criatura». 

Todos son «¡id!» dirigidos a los hombres. Existe un solo «¡id!» dirigido a las mujeres, el que se dijo a las miróforas la mañana de Pascua: «Entonces les dijo Jesús: "Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán"» (Mt 28, 10). Con estas palabras las constituía en primeros testigos de la resurrección, «maestras de maestros», como las llama un antiguo autor. 

Es una pena que, a causa de la equivocada identificación con la mujer pecadora que lava los pies de Jesús (Lc 7, 37), María Magdalena haya acabado por alimentar infinitas leyendas antiguas y modernas y haya entrado en el culto y en el arte casi sólo en calidad de «penitente», más que como primer testigo de la resurrección, «apóstol de los apóstoles», como la define Santo Tomás de Aquino. 

«Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos» (Mt 28, 8). Mujeres cristianas, seguid llevando a los sucesores de los apóstoles y a nosotros, sacerdotes y colaboradores suyos, el gozoso anuncio: «¡El Maestro está vivo! ¡Ha resucitado! Os precede en Galilea, o sea, ¡dondequiera que vayáis!». Continuad el antiguo cántico que la liturgia pone en boca de María Magdalena: Mors et vita duello conflixere mirando: dux vitae mortuus regnat vivus : «Muerte y vida se han enfrentado en un prodigioso duelo: el Señor de la vida estaba muerto, pero ahora está vivo y reina». La vida ha triunfado, en Cristo, sobre la muerte, y así sucederá un día también en nosotros. Junto a todas las mujeres de buena voluntad, vosotras sois la esperanza de un mundo más humano. 

A la primera de las «piadosas mujeres» e incomparable modelo de éstas, la Madre de Jesús, repetimos una antigua oración de la Iglesia: «Santa María, socorre a los pobres, sostén a los frágiles, conforta a los débiles: ruega por el pueblo, intervén por el clero, intercede por el devoto sexo femenino»: Ora pro populo, interveni pro clero, intercede pro devoto femineo sexu . 

jueves, 5 de abril de 2012

EL BANDIDO ZAMARRILLA Y LA VIRGEN DE LA AMARGURA





LEYENDA DEL BANDOLERO ZAMARRILLA Y MARÍA STMA. DE LA AMARGURA


     Hoy se procesiona en Málaga, junto con el Cristo de Los Milagros ,  la imagen de María Santísima de la Amargura,  a quien se titula popularmente "La Zamarrilla".
     La leyenda que le da tal nombre me parece tan bonita y romántica, que quiero compartirla con todos vosotros.
Ahí va:


     Cristóbal Ruiz Bermúdez, fue un bandolero nacido en Igualeja al que conocían con el apodo de Zamarilla.

  Capitaneaba una cuadrilla de salteadores y se le atribuían delitos de sangre, robos y secuestros. Sus andanzas a mediados del siglo XIX se circunscribían a la Serranía de Ronda, aunque también se extendieron a otras provincias limítrofres, a la Costa malagueña y a la propia capital.

  Precisamente, durante su huida de la justicia en Málaga y tras una escaramuza, Zamarilla encontró una capilla y en ella a una Dolorosa trinitaria, escondiéndose bajo su manto.

  Los guardias entraron en el oratorio, rebuscaron por todas partes y al rato salieron decepcionados sin comprender dónde se pudo meter el bandido.

  Zamarrilla permaneció largo tiempo escondido hasta comprobar que sus perseguidores se había marchado sin descubrirlo.

  Como hombre agradecido, a pesar de su tosquedad, quiso agradecer a la Virgen su ayuda y, como no llevaba nada de valor, cortó una rosa blanca y se la clavó con su puñal en el pecho de la imagen.

  La flor quedó prendida en María, pero es entonces cuando Zamarrilla contempló entre el asombro y el miedo, como la rosa se iba tiñendo lentamente de sangre.


  Sobrecogido por lo que vio, tocó a la Señora pensando que se había tornado humana, descubriéndo que no era así, pero la flor, la rosa que instantes antes tenía el blancor de la nieve, continuaba sangrando hasta quedar convertida en una rosa roja y luminosa.

  Zamarrilla arrepentido de su azarosa vida, ingresó para el resto de sus días en un convento muy cercano al lugar donde la Virgen de la Amargura recibía culto, y siempre en en el aniversario de su contrición, el antiguo bandolero, con el permiso del prior, bajaba por el antiguo camino de Antequera hasta el oratorio de la Señora para depositar a sus pies una rosa roja de las que él mismo cultivaba en su pequeño huerto.


  Una tarde, ya casi anocheciendo, Zamarrilla iba caminando por la vereda del camino a cumplir su promesa cuando fue atacado por unos salteadores que, al no hallar en el fraile dinero ni objeto alguno de valor, le apuñalaron hasta darle muerte.

  Alarmada al día siguiente la comunidad por la tardanza del fraile, salieron en su busca, hallando el cuerpo de Zamarrilla todo ensangrentado en medio del camino. Entre sus manos permanecía la rosa de su ofrenda que había cambiado su color rojo por un blanco resplandeciente.


Romance de Zamarrilla cantado por Diana Navarro


miércoles, 4 de abril de 2012

¿EL ROSTRO DE JESÚS?










En el origen de la existencia de la Sábana Santa encontramos tradiciones que ayudan a despejar algunos de los misterios


La Orden del Temple llegó a ser depositaria de la misma, tras numerosos avatares históricos y siendo objeto de codicia y persecución durante más de 1.200 años.

El principio de esta historia lo encontramos en unas cartas que Abgaro, rey de Edesa, envía a Jesús de Nazaret. Esas epístolas quedan recogidas en los Evangelios Apócrifos y abordan el deseo del monarca de ser visitado y curado de la enfermedad que lo atormentaba. La lepra o la peste negra han sido considerados los males que azotaban a la ciudad Siria –actual Urfa (Turquía)–, en la que Abgaro ostentaba su soberanía.

La respuesta de Jesús de Nazaret no se demoró y recogía su intención: «Es preciso que yo cumpla aquí todas las cosas para las cuales he sido enviado y que, después de haberlas cumplido vuelva a Aquel que me envió. Y, cuando haya vuelto a Él, te mandaré a uno de mis discípulos, para que te cure de tu dolencia, y para que comunique a ti y a los tuyos el camino de la bienaventuranza».

Sin lugar a dudas, sería un seguidor de Jesús que no practicase la ley judía, el que llevó hasta Edesa la Sábana, ya que los miembros del pueblo hebreo tenían muchos prejuicios sobre el contacto físico con los lienzos funerarios una vez que habían sido utilizados.

Siguiendo la tradición vinculada con esta historia, el rey se curó de la enfermedad y se convirtió al cristianismo junto a su pueblo.

En el siglo I San Jerónimo habla de la Sábana Santa, y doscientos años más tarde, San Silvestre obliga a que se celebre la Santa Misa sobre lienzos de lino blanco –corporales-, a semejanza de los que cubrieron el cuerpo del Redentor.

Hasta el año 525 no aparecería la Sábana, que fue emparedada sobre una de las puertas de entrada de Edesa. Aquel acto era una respuesta lógica ante los posibles daños que podrían hacerle los que querían hundir al cristianismo. La leyenda cuenta que el segundo sucesor del rey Abgaro, que recibía por nombre Mannu, no aceptó continuar viviendo bajo la Fe del Señor y regresó al paganismo. Su obsesión con acabar con cualquier atisbo cristiano, le hizo perseguir a los cristianos y destruir la Sábana Santa.

Recuperación. Pasados los años, sería Eulalio, obispo de Edesa, quien tiene un sueño en el que una mujer le revela que la Sábana Santa se encontraba sobre una de las puertas de acceso a la ciudad, tras unos ladrillos. A partir de ese momento, el rostro del Hombre de la Sábana Santa cobraría una gran importancia. Se mostraría la imagen del semblante de aquel hombre que había sido sometido a un martirio semejante al de Jesús, ya que el carácter mortuorio del lienzo con todo el cuerpo podía causar rechazo. Tabúes hacia la muerte, hacían que el lienzo fuese considerado como un objeto impuro.

Fue entonces cuando se le dio el nombre de Mandylion acheiropoiéton, que quiere decir «pequeña tela no pintada por mano humana». Del mismo modo surge la tradición de la Verónica, cuyo nombre Vera Icona significa «verdadera imagen». Derivó aquella historia en el paño que, camino del Calvario, quedó impreso con el rostro de Jesús de Nazaret.

La importancia del Mandylion alcanzó tales cotas, que en la batalla que tuvo lugar en el año 544 entre los persas, al frente de los que estaba Cosroes I, y los pobladores de Edesa, compatriotas del rey Abgaro, sacaron en procesión la reliquia por las almenas de la muralla, lo que hizo que la balanza del triunfo se decantase hacia su lado al provocar el incendio de las armas y andamiajes enemigos, que huyeron, según la Historia Eclesiástica redactada por Evagrio.
Los cambios religiosos producidos en Oriente no pasaron de largo por Edesa, que fue conquistada por los musulmanes. Romano Lecapeno, emperador de Bizancio, se marca como objetivo rescatar la Sábana Santa para obtener protección divina. El emir debía darles la Sábana para evitar un ataque, recibiría una gran cantidad de dinero y pondrían en libertad 200 cautivos musulmanes. Pero la comunidad cristiana de Edesa se negaba a desprenderse del Mandylion, por lo que la ciudad fue conquistada y la reliquia llevada hasta Constantinopla el 16 de agosto del año 944. Allí quedó en la iglesia de Santa María de Blanquernas hasta el 1204, donde era expuesta al culto los viernes.

Cambios. Según las crónicas, cuando fue tomada Constantinopla por la mal llamada IV Cruzada, los soldados se hicieron con la Sábana Santa, que fue trasladada a Francia.

Su llegada a Occidente tendría como protagonistas a la Orden del Temple. Después de ser tomada Constantinopla por las huestes cruzadas, se establecieron acuerdos entre los responsables del bando vencedor. Balduino IX de Flandes, que recibió el nombre de Balduino I de Constantinopla, se situaba a la cabeza del Imperio de Romania. Su sucesor, Balduino II, ante las dificultades económicas a las que se vio sometido, empeñó diferentes reliquias. La Sábana Santa fue a parar a manos de los templarios, gracias a su capacidad financiera y su obsesión por conservar todo lo que tenía que ver con el Redentor. El Temple custodiaba sus tesoros en la fortaleza de San Juan de Acre, luego se llevaron a Chipre y a Marsella. Villeneuve-du-Temple, fue su último fortín frente al Palacio Real en París.
Entre las acusaciones para acabar con la orden, promovidas por el Papa Clemente V y por el Rey Felipe IV El Hermoso, estaba que adoraban a un ídolo llamado Bafomet o Bafumet. Uno de los argumentos era que tenía dos cabezas y cuatro pies, como queda impreso en la Síndone.

El 12 de marzo de 1314 eran condenados a muerte en la hoguera los responsables en Francia de los templarios: Jaques de Molay –Gran Maestre–, y Godofredo de Charnay, que tenía el cargo de visitador de Normandía.

Reaparición. En torno a 1340, Godofredo I de Chany, Señor de Lirey, dice tener la Sábana Santa que quedaría expuesta en un monasterio de la pequeña localidad francesa. La similitud en los apellidos del visitador de Normandía y el Señor de Lirey, hacen pensar que se preservó la propiedad de la Sábana tras el duro golpe sufrido en Francia por la Orden del Temple. Tras una serie de avatares la reliquia llega a la Casa de Saboya, que la depositaría en la ciudad italiana de Turín en el 8 de octubre de 1578.


La iconografía ha tomado como referencia a lo largo de los siglos la imagen del rostro del Hombre de la Sábana Santa para representar a Jesús. Eso es algo que no pasa inadvertido para la historia de la humanidad. Su trascendencia es indudable, pero el verdadero alcance de su «rostro» está impreso en la Fe que nos ha regalado.

( Juan Carlos Estrada, La Opinión de Málaga)

lunes, 2 de abril de 2012

OJOS MUERTOS QUE MIRÁIS CON MIRAR INDESCRIPTIBLE

Cristo de la Expiración, Málaga

Himno de Laudes Martes Santo

Ojos muertos que miráis
con mirar indescriptible
y con fuerza irresistible
atraéis y cautiváis,
¿por qué, si muertos estáis,
tenéis tan viva expresión
que así turbáis mi razón
trocando vuestras miradas
en dos punzantes espadas
que parten mi corazón?

Al veros, ojos piadosos,
todo mi ser se conmueve.
¿Quién a miraros se atreve
sin llorar, ojos llorosos?
Me cautiváis amorosos,
me reprendéis justicieros,
inspiráis dolor y calma,
sois tiernos y sois severos,
y las borrascas del alma
refrenáis sólo con veros.

¡Ah! Permitid ojos píos,
ojos que sois el encanto
del cielo, que con mi llanto
borre mis locos desvíos;
bebí en cenagosos ríos
aguas de ponzoñas llenas
que, al infiltrarse en mis venas,
causaron fiebres ardientes.
¡Cómo olvidé que erais fuentes
de aguas dulces y serenas! Amén.

Al Santísimo Cristo de la Expiración


domingo, 1 de abril de 2012

PUERI HEBRAEORUM, PORTANTES RAMOS OLIVARUM




Pollinica, Málaga

Himno de Laudes del Domingo de Ramos


El pueblo que fue cautivo

y que tu mano libera
no encuentra mayor palmera
ni abunda en mejor olivo.
Viene con aire festivo
para enramar tu victoria,
y no te ha visto en su historia,
Dios de Israel, más cercano:
ni tu poder más a mano
ni más humilde tu gloria.



¡Gloria, alabanza y honor!
Gritad: «¡Hosanna!», y haceos
como los niños hebreos
al paso del Redentor.
¡Gloria y honor
al que viene 
en el nombre del Señor! Amén.



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