domingo, 15 de septiembre de 2013

¿QUÉ PASÓ DESPUÉS CON EL HIJO PRÓDIGO?







     Acabo de llegar de Misa y  el evangelio de hoy, como siempre que lo leo,  me ha impactado. Me siento muy identificada con ese hijo: yo también volví a la casa del Padre más por necesidad que por arrepentimiento y también me sentí acogida nada más decidir  ponerme en camino , aunque la decisión la tomase  por motivos  un tanto  espurios.
  Copio primero aquí un artículo tomado del siguiente enlace porque el estudio cuadro de Rembrandt me parece  de gran profundidad teológica.

     "El regreso del hijo pródigo es un cuadro repleto de simbolismos a través de los cuales Rembrandt quiere aquí mostrar el poder y la ternura de Dios que perdona, acoge e ilumina a la humanidad abatida y pecadora que acude al refugio de la gracia divina.
    Frente a él figura el padre, inclinado levemente sobre su hijo, posando las manos sobre su espalda. Las vestiduras del anciano están cubiertas por un manto rojo y por debajo de éste asoman las mangas de una túnica de color ocre con reflejos de un dorado verdoso que contrasta con los vestidos harapientos del joven.
     La luz inunda el rostro del padre, que dirige la mirada hacia abajo resaltando la emotividad de la escena, aunque el núcleo de la misma reside, sin duda alguna en el gesto sencillo de sus manos, representadas de forma distinta. Así pues, la mano izquierda se apoya con firmeza y mayor vigor sobre el hombro del muchacho y la mano derecha lo hace con delicadeza. 
     Los rostros y las miradas: Merece contemplarse con detenimiento el rostro del Padre, que se muestra íntegro, y los rostros de los dos hermanos, que sólo aparece en una de sus faces. La mirada del Padre aparece cansada, casi ciega, pero llena de gozo y de emoción contenidas. La cara del hijo menor trasluce anonadamiento y petición de perdón. El rostro del hermano mayor aparece resignado, escéptico y juez. El hijo mayor, correctamente ataviado, surge en el cuadro desde la distancia.
     Bajo la forma de un viejo patriarca judío, emerge también un Dios maternal que recibe a su hijo en casa. El anciano se inclina sobre su hijo recién llegado y tocándole los hombros con las manos, se puede apreciar, no sólo al padre que estrecha al hijo en sus brazos, sino a la madre que acaricia a su niño, le envuelve con el calor de su cuerpo, y le aprieta contra el vientre del que salió.
La fuerza del abrazo y de las manos del Padre: La centralidad del cuadro, el abrazo del reencuentro entre el Padre y el hijo menor, emana intimidad, cercanía, gozo, reconciliación, acogida. El Padre estrecha y acerca al hijo menor a su regazo y a su corazón y el hijo, harapiento y casi descalzo, se deja acoger, abrazar y perdonar. El Padre impone con fuerza y con ternura las manos sobre su hijo menor. Son manos que acogen, que envuelven, que sanan .
La mano izquierda, sobre el hombro del hijo, es fuerte y musculosa. Los dedos están separados y cubren gran parte del hombro y de la espalda del hijo. Se nota cierta presión, sobre todo en el pulgar. Esta mano no sólo toca, sino que también sostiene con su fuerza. Es una mano de gran firmeza. La derecha es fina, y suave. Los dedos están cerrados y son muy elegantes. Se apoyan tiernamente sobre el hombro del hijo menor. Quiere acariciar, mimar, consolar y confortar. Es la mano de una madre. 
Loa pies del joven reflejan la historia de un viaje humillante: el pie izquierdo, fuera del calzado, muestra una cicatriz, al mismo tiempo que la sandalia del pie derecho está rota. La ropa es vieja, de color amarillento y marrón, está estropeada, y el personaje ha sido representado con la cabeza rapada. Sin embargo, lleva ceñida a la cintura una pequeña espada. El único signo de dignidad que le queda Es el testimonio de su origen, el único vínculo que le queda de su historia, la única realidad que todavía le une al Padre.
     Su rostro no se advierte, pues el joven lo hunde en las vestiduras paternas.No quiere mostrar íntegro su rostro, sus intenciones -"Me pondré en camino y le diré...¡Padre, he pecado contra el cielo y contra tí!...Trátame como a uno de tus jornaleros".
     A la derecha del grupo anterior se sitúa el hermano mayor. Existe un parecido entre éste y su padre, tanto por la barba como por sus atuendos. Es un hombre alto, de postura señorial y rígida , lo cual se acentúa con el fino bastón que sostiene entre sus manos.
     Su mirada aparece fría y distante, a diferencia de la del padre, que es tierna y acogedora. Nada tienen que ver tampoco sus manos con las de su progenitor: si el padre con sus manos extendidas da acogida al hermano menor, el recogimiento de las suyas insinúa un cierto rechazo. Cabe destacar también que se mantiene apartado de la escena principal, lo que corrobora que no parece ser un alejamiento sólo físico. Una tercera contraposición se podría establecer en la forma con que Rembrandt trata la luz que incide sobre su rostro y la que utiliza para iluminar el rostro del padre: la primera, es fría y estrecha; la segunda, cálida y amplia.
     Completan el tres personajes más, un hombre sentado que se golpea en el pecho, posiblemente un administrador, y, en último término un recaudador de impuestos al que tan sólo se le intuye el rostro, totalmente ensombrecido y, por tanto, difuso.Por detrás una mujer. Estos personajes son también testigos de los hechos que están teniendo lugar, pero su papel es secundario. Rembrandt ha querido otorgar el protagonismo a las otras tres figuras, que se agrupan originando dos centros (padre y hermano menor a la izquierda, y hermano mayor a la derecha). Destaca ante el espectador el espacio que se abre entre ambos grupos y que ocupa el centro de la composición.

     Consideraciones sobre esta parábola.-
     La mejor de las parábolas: Es, sin duda, la bella y conocida de las parábolas del Evangelio. Es quizás la que mejor expresa quién es Dios y cómo es el hombre. Se encuentra el capítulo 15, versículos 11-32, del Evangelio de San Lucas.
    .-Los cuatro símbolos que usa el Padre
** El anillo: Signo de filiación, ahora reencontrada.
** Las sandalias: Signo de la libertad recuperada. En la cultura hebrea y antigua, los esclavos iban descalzos; los hombres libres, iban calzados con sandalias.
** El traje nuevo: Signo del cambio y de la reconciliación. Imprescindible para una vida nueva y para la fiesta que después llegará.
** El sacrificio del mejor novillo: Preanuncio del sacrificio del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y signo de la fiesta, a la que acompañarán la música y los amigos. Es expresión de la fiesta de la reconciliación.
     El cuadro nos interpela acerca de nuestra propia vida cristiana en clave de hijo menor -¡tantas idas y venidas!, ¡tanto buscarnos sólo a nosotros mismos, ¡tantas mediocridades y faltas!- y de hijo mayor -el que todo lo sabe, el perfecto, el bien ataviado, el responsable, el cumplidor, el irreprensible, el juez que también se busca sólo a sí mismo y está lleno de soberbia soterrada- que cada uno de nosotros podemos llevar encima y ser. 
   Nos llama y nos urge a ser el Padre de la parábola, en la acogida, en el perdón, en el amor, en la reconciliación plena y gozosa, sin pedir explicaciones, no exigir nada, sólo dando. El cuadro expresa el gozo inefable de la vuelta a casa, del regreso al hogar. ¡Yo soy casa de Dios! Todos y cada podemos ser mutuamente el Padre que acoge, perdona y ama."

     Pero a mi hoy se me ha quedado la duda de qué es lo que pasó después con ese  hijo. Ese día  supongo  que se sintió como lo que era, como el hijo de un Rey. Querido, agasajado , reconfortado, el centro de su casa y del mundo. Así me sentí yo cuando sentí el abrazo del Padre.  ¿Y después? Pasado el tiempo ¿ qué sería del hijo? .  ¿Volvería a alejarse de su Padre?  ¿ Se volvería como su hermano mayor, que  convirtió en rutina lo que debió ser siempre motivo de asombro?  El mundo no cabe en un día y   la vida a veces nos hace olvidar lo que somos y lo que hemos recibido. Me queda la esperanza de que el Padre es inmutable y hoy como siempre estará  en la puerta esperando a que demos el primer paso para correr a nuestro encuentro y estrecharnos entre sus brazos, a un tiempo firmes y delicados, cuantas veces haga falta.

1 comentario:

  1. Como enseñanza siempre me ha quedado la duda que esta historia no tiene un final feliz, de los hermanos peleados. Alguna vez , hace mucho tempo oí una historia con lo que paso después y es que ahora la quiero recordar. El siguiente texto lo narraré como si fuera la continuación del evangelio de Lucas, con su mismo lenguaje de manera que sirva para futuras catequesis.

    “ Al terminar la fiesta el hijo menor viendo lo molesto que estaba su hermano, tomo las ropas nuevas y el anillo , se despojo de ellos y se fue a dormir a la barraca con los empleados.
    Al amanecer y antes que se levantara el primer peón, fue al campo a trabajar como cualquiera de los empleados se su padre. Quería reparar todo el daño causado. Su hermano al verlo, exclamo: ¡ Solo lo hace para impresionar a papá, a ver cuanto tiempo le dura.!
    Así pasaron los días y los meses y el hijo menor ya se había transformado en uno de los empleados más de su padre, era el primero en levantarse y el ultimo en acostarse, además de ser uno de los que más producían en la hacienda.
    Tanto era su trabajo y sus fatigas diarias que el sol habían causado grandes heridas en su piel. Su hermano, lo vio, corrió hacia el, sintió compasión y lo abrazo, luego tomo paños empapados en agua , limpió las heridas de su hermano menor y las curo. Luego se puso a su lado a ayudarlo en el trabajo.
    Su padre al ver esto , lleno de júbilo exclamó, : ¡Hoy es día de fiesta, traigan dos trajes nuevos , y maten al ternero mas gordo y celebremos. Porque tenia un hijo muerto y volvió a la vida, mi otro hijo estaba ciego y ha vuelto a ver.!

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